Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película...
Siempre era lo mismo... yo ya no sabía qué hacer. ¡Me estaba volviendo loco! ¿Por qué tenía que ser yo menos que él?
El tiempo fue pasando, llegó la época del instituto...
Pensé que en el primer día todos verían a Pablo como el tío enrollado y el primero en todo, claro.
Yo sería el que queda en un segundo plano, y nunca mejor dicho.
Entramos a clase y la profesora nos presentó:
-Chicos prestad atención, tenemos a dos alumnos nuevos Pablo y Oliver.
Nuestros compañeros nos observaron con detenimiento, más a Pablo que a mi, al menos es lo que yo percibí.
Pasaron cinco años, ¡qué rápido pasa el tiempo oye! era el día de mi graduación y la de Pablo.
Yo estaba bastante nervioso la verdad, por más que me miraba no terminaba de verme del todo bien y no era por el traje, ¿será el pelo? no, lo veía bien la verdad.
¿Mi cara?, la misma que el día anterior.
Entonces me puse a mirar un poco más allá del espejo, más allá de mi reflejo. Y...de repente, vi algo que me llamó la atención, algo de lo que nunca me había dado cuenta. Se puede decir que se encendió la luz que llevaba mucho tiempo apagada y que por fin decidió salir de la oscuridad.
Me di cuenta que durante estos 18 años me había estado preocupando más de las opiniones de los demás incluso que de mi propia vida, comprendí que, Pablo, era mi mayor apoyo en los momentos difíciles: si yo caía, él caía, si yo sufría, el también. Y la alegría que me animaba día a día. Pero sobre todo... era algo más que todo, era MI HERMANO GEMELO."